El día 21 de febrero de 2025, se llevó a cabo la coronación y presentación de las reinas del barrio Piura, quienes tendrán el honor de representar a este emblemático y cultural rincón de Cajabamba en el Carnaval 2025. Si hay algo que puedo afirmar con certeza, es que ayer respiré profundamente la esencia de la cultura cajabambina en cada rincón de esta celebración. Fue una noche que se vistió de tradición, arte y alegría, desde el talento desbordante de los artistas —niñas, jóvenes y mayores— que llenaron el ambiente con sus voces, hasta la impecable actuación de la tradicional banda Alegría y Amor, cuyos acordes resonaron como un eco de nuestra identidad.
La velada se engalanó aún más con el vibrante baile de la marinera, ejecutado con gracia y pasión, y la majestuosa presentación de la señorial danza de los diablos, un espectáculo que evoca el legado histórico y místico de nuestra tierra. Cada momento fue una pincelada de cultura viva, un recordatorio de por qué el barrio Piura puede enorgullecerse de haber sido el pionero en dar inicio a los carnavales de Cajabamba. Ayer, sin duda, demostraron que son un bastión de tradición y creatividad, un barrio que no necesita de bebidas alcohólicas para encender la alegría. La diversión fluyó de manera natural, uniendo a grandes y pequeños en una actividad que, por su carácter inclusivo y familiar, merece ser destacada y replicada.
Tuve la fortuna de ingresar a una de las viviendas que guardan la historia misma de Cajabamba, la Casa Rubio Escudero. Cruzar su umbral fue como retroceder en el tiempo: sus paredes parecen susurrar relatos de antaño, sus espacios exudan memoria viva. Esta casa, testigo silencioso del paso de generaciones, me llenó de una emoción indescriptible, y no exagero al decir que su valor trasciende lo material. Es un patrimonio que las autoridades locales deberían mirar con atención y compromiso, no solo para preservarlo, sino para convertirlo en un símbolo del orgullo cajabambino, un espacio que eduque y conecte a las nuevas generaciones con sus raíces.
Ayer, puedo confesarlo, me sentí más cajabambino que nunca. No suelo participar con frecuencia en este tipo de eventos; mi día a día suele mantenerme al margen de estas festividades. Sin embargo, ayer hice una excepción, y el resultado fue una experiencia que superó cualquier expectativa. No hubo espacio para la decepción, solo para la admiración y el agradecimiento por ser parte de una comunidad que, en noches como estas, demuestra que la cultura es su mayor riqueza. Que el barrio Piura siga siendo el faro que ilumine el camino de nuestros carnavales, y que Cajabamba nunca olvide el valor de lo que ese día se vivió