Tras fructíferos años, los padres claretianos fundan una misión en Cajabamba donde el P. Arróniz fue nombrado párroco. Para muchos la llegada de este sacerdote significó una verdadera bendición.
Construye un campo deportivo que no había en el pueblo, se remanga la sotana y juega al fútbol y enseña a las mujeres a jugar al básquetbol. Y del juego al estudio, los agrupaba en círculos de estudio, habiéndolos sacado a todos profesionales y hombres de bien.
El apreciado y recordado “Padre Arroniz” (Eusebio Francisco Arróniz Gómez). Este Padre era un español trejo, amable y servicial pues a lomo de caballo, que a la sazón se llamaba Lucero, atendía con solicitud a todas las pequeñas comunidades provinciales, divididas y sin comunicaciones, recorriendo extensas haciendas como Araqueda, Cauday, Malcas, Jocos, Sitacocha y Marcamachay, sorteando peligrosos abismos, llegando hasta el lejano río Marañón. Fueron célebres sus misiones, administrando bautizos y matrimonios, dejando en el cerro tutelar de cada pueblo la Cruz de la Misión, que aún quedan como testigos mudos de su labor evangelizadora.
Su carácter afable, alegre y siempre optimista, hizo que se ganara la amistad de los habitantes convirtiéndose en una persona muy querida por todos. Cuentan que en los años aciagos de la persecución política de 1930, cuando peruanos se mataban entre peruanos por ideas políticas, y unos perseguían a otros, el padre Arróniz para evitar una matanza escondió a un buen grupo debajo de una de las torres de la iglesia.
Cuando por orden de sus superiores es trasladado a Huacho (1945), la población cajabambina se levantó impidiendo su salida, por lo que tuvo que hacerlo de noche a escondidas. Después fue cambiado a Arequipa, donde muere, después su cuerpo fue trasladado a Huacho y yace en la Cripta Principal de la Catedral de Huacho.
Huacho apuesta por hacerlo santo.


