Estudié en el 111 y en el José Gálvez. Desde entonces no pude retirar de mi pensamiento la riqueza de recursos que distinguí en los espacios cajabambinos que conocí, acompañados de la pobreza viviente en la mayoría de la población. Ya como profesional, cuando viajaba, comparaba este escenario imborrable y muy pocos lugares eran iguales o nos ganaban en desarmonía.
Es que desde siempre empecé a buscar formas de explicar y resolver esta relación absurda y criminal de tener abundancia de recursos y posibilidades, junto con la pobreza inocultable de la población. Nadie me quiso ayudar porque no les interesaba o sus conocimientos estaban hipotecados a las corrientes extranjeras (leían libros venidos de otros países). En otros casos mis amigos decían que los gobernantes no aplicaban bien los recursos públicos. Quizá todos tuvieran razón, pero me dediqué a buscar mis propias posibilidades de explicación y solución, porque nada de lo oído me satisfacía. Fui logrando algunas respuestas tan empíricamente como es mi conocimiento, por lo que me ruborizaba exponer mis ideas, hasta que en los últimos tiempos Dios me dio valor y contacté con el Centro Social Cajabamba (residente en Lima), con el alcalde saliente, con el alcalde actual, busque al responsable del Frente de Defensa y Desarrollo de Cajabamba y he escrito en Facebook (registrando ya vestigios de cansancio) sobre la situación de pobreza que hay en la provincia de Cajabamba. En mayo de 2018 fue el Presidente Vizcarra a Cajamarca y dijo que el 50 % de la población regional era pobre, pero no dijo que el 34 % era pobre extrema y que todo esto traía anemia y desnutrición crónica. Pero tampoco hace nada hasta el momento. Y esta es la situación de Cajabamba, que de yapa es la más pobre de la región y confronta indiferencia mayoritaria (autoridades y población), por no decir total.
Visité en julio del año pasado Cajabamba y comprobé tugurización en la ciudad, abandono en la agricultura, anulación en la ganadería y estropeos en la minería. Es decir afirmación del subdesarrollo y por tanto de la pobreza. Como soy enemigo irreconciliable de la pobreza, porque es un mal generado y sostenido por el hombre contra el hombre y está en las manos del hombre luchar contra los desequilibrios, como este que es inaceptable y criminal, aumenté mis esfuerzos para difundir que Cajabamba tiene recursos suficientes para desarrollar, autónomamente, y ciudadanos sobradamente capaces para resolver los problemas que se pudiera confrontar. Soy testigo que en muchas partes del mundo hay cuando menos un cajabambino experto y destacado, cuyo saber se necesita en nuestra tierra. Solo falta comunicarse, reunirse y/o entenderse.
Cuando comento con algunos amigos y les digo que en Cajabamba se puede lograr el desarrollo integral, participativo, sustentable y autónomo, se callan y evitan continuar hablando porque no ven la intervención del Estado, o porque no incluyo el manejo del presupuesto público y/o creen que la manera en que se viene produciendo y comercializando en Cajabamba es la forma más adecuada. En lo personal siento que mis planteos tienen la dificultad de provenir de un desconocido, pues la migración de los últimos cincuenta años ocurrida en Cajabamba es de tal magnitud, que creo ya no me queda ningún pariente ni amigo.
Es verdad que conseguí muchos amigos virtuales cajabambinos en estos últimos días, pero he pedido tanto contra mi enemiga la pobreza cajabambina, que ya tengo vergüenza de seguirlo haciendo, por lo que termino y me retiro de este asunto para siempre. Ojalá alguien lo continúe para lograr el desarrollo que le corresponde a la provincia de Cajabamba, «más allá de la fiesta de octubre, los carnavales y la plaza de armas de la ciudad capital. Hay que partir aceptando que en Cajabamba existe un subdesarrollo lacerante, aunque continúe aceptado por todos».
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