Velasco no fue solo un militar ejemplar sino fue además creación de su tiempo. Un tiempo convulso donde ser izquierda era la moda, donde las grandes revoluciones transitaban por las avenidas de la historia.
Cuando Velasco dio el golpe de estado a Belaunde por la infame entrega de La Brea a Pariñas a la International Petroleum Company, el mundo estaba más a la izquierda que nunca. Era el mayo 68 en Paris. Estados Unidos se tambaleaba con las movilizaciones por el asesinato de Martin Luther King, ese año también mataron a J.F. Kennedy. La primavera de Praga. La masacre en México 68. La guerra de Vietman unía todas las causas. Hace dos años la DW de Alemania sacó 4 documentales sobre 1968 donde se ve claramente que la izquierda dominada la agenda mundial.
Pero ese tiempo no es el nuestro. Nuestro tiempo es distinto, gris, amargo. Y la izquierda que brillara en el 60 y 70 ahora ni siquiera logra cuajar como alternativa de gobierno. Es más, en todo el globo los radicales seguimos en retroceso. Veamos no más cómo no nos ponemos de acuerdo en asuntos tan claros como Venezuela o Cuba. Somos producto de nuestras añoranzas y confuciones y por eso acusamos a Vizcarra de no ser Velasco y nos ufanamos de ello. ¡Vaya descubrimiento! Reinventar la pólvora en pleno siglo XXI.
Sin embargo, Vizcarra juega al aferrado y por eso sus medidas radicales solo buscan dar equilibrio a su gobierno que carece de voceros, operadores políticos e incluso de un partido. Sus medidas -que algunos gratuitamente llaman populistas- son la muestra clara de que gobierna solo pero que, a pesar de ello, tiene la sartén por el mango y de vez en cuando así lo demuestra. Vizcarra solo quiere llegar vivo al 28 de julio de 2021 y va a usar cualquier recurso para lograrlo.
El presidente Vizcarra el día de hoy dio un ultimátum de 48 horas a las clínicas en el Perú. Para tal llamado al orden surgieron todas las interpretaciones. Desde la izquierda se le acusa de populista porque no es Velasco y desde la derecha se le llama comunista porque sí es Velasco. Sí, así de absurdos somos a veces. Pues es hora de decir lo que todo el Perú sabe: Vizcarra no es Velasco; sin embargo, ya es hora de que se ponga en tela de juicio la propiedad privada.
El solo hecho de que en todas las mesas de este país se hable de expropiación, propiedad privada o lucro no lo ha logrado ningún partido de izquierda desde los 90. Como peruanos creemos que la causa de todos los males de nuestra pobre nación nacen de la corrupción, pero olvidamos que la corrupción es solo un atajo para la acumulación de dinero que fácilmente se convierte en capital. Es decir, se es corrupto porque -como decía Quino- «nadie amasa una fortuna sin hacer harina a los demás».
Tan arraigado tenemos el discurso capitalista que hasta el más radical se las da de emprendedor. Todos quieren tener ingresos extras. Poner una bodeguita para aumentar sus ingresos. Somos lo que tenemos o mejor dicho compramos y por eso corremos a los malls sin que nos importe el coronavirus. Nos enorgullecemos de nuestra economía «informal» porque somos pendejazos. Y creemos que las reglas son para los tontos porque así no se prospera en el Perú. Porque más allá de Vizcarra o de Velasco somos en suma tristes creaturas de nuestro tiempo y en ese fango nos regodeamos.
El análisis es un espacio escrito por: Paco Huamán